No puedo expresar mi grado de satisfacción cuando el fotógrafo Martín Rendo me concedió el honor de ponerle letra a sus fotografías. Nuestra historia comienza hace muchos años donde dos chiquillos soñaban con crear proyectos y una amistad empezaba a fraguarse. El paso del tiempo ha vuelto a reencontrarnos y Martín le ha sacado brillo cuando me propuso crear algo juntos...
Gracias Martín por tu confianza y por recordarme que las puertas que permanecen abiertas soportan mejor los inviernos, por recordarme que de tu mano siempre se camina mejor.
Esto es lo que hemos conseguido, esperamos que os guste.
http://martinrendo.blogspot.com/
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Existen lugares mágicos dónde vale la pena perderse para volver a encontrarse… y este es uno de ellos.
La belleza de su casco antiguo y su encanto empedrado hace que entornando los ojos durante un paseo, puedas descubrir pequeños rincones oscuros llenos de promesas al oído, de besos de amantes… al paso, altas paredes aparecen esculpidas de historias y leyendas… detalles, o escudos señoriales... de meigas que todo lo vigilan...


Su gente hospitalaria invita al abrazo, tienen el alma acostumbrada a las visitas, y los ojos tiernos que todo el mundo desearía encontrar al final del camino.

La plaza del Obradoiro acuna a la Catedral que se alza majestuosa entre la emoción que desprenden los que la visitan una y otra vez. Sus torres se dibujan en el cielo y a través de los cristales de sus vidrieras se pueden ver amontonados el esfuerzo e ilusión de los peregrinos, el ambiente de promesas y esperanza se mezcla con mochilas de colores y conchas de vieiras dándole un matiz especial al entorno, como si una pequeña fiesta se fraguase hora tras hora en las entrañas de esta pequeña ciudad.
La puerta Santa, el pórtico de la Gloria, el Apóstol Santiago… posan día tras día ante millones de cámaras dando lo mejor de sí, y el tiempo pasa… y todo permanece igual de especial… igual de bonito.
Éste es el único lugar del mundo donde se guardan colas para abrazar… Cuando la noche cae en Compostela, la ciudad sigue respirando y de las esquinas surgen cantautores que pueblan los pequeños locales de la zona, con sus músicas y sus guitarras, le cantan a los ojos negros de las meniñas, a la morriña que sienten los que se han marchado… y te regalan una estrella con deseo por cada copa que siempre sabe a poco…
… y es en este momento, ante la grandiosidad de mi ciudad, cuándo ese “ojalá estuvieses aquí para verlo” me recorre por dentro.