25.9.09

LAS HIJAS DE ZAPATERO


Había una vez, un señor llamado Zapatero que tenía un amiguito que se llamaba Obama. Como ambos vivían a muchos kilómetros de distancia, un día el señor Obama llamó a su amigo y le invitó a pasar unos días en su casa, para compartir cosillas y hablar un poco de como arreglar el mundo... El señor Zapatero, al recibir, la noticia, se puso muy contento, y avisó a su mujer y a sus dos hijas para que lo acompañasen... Y entonces se armó la gorda...

El gran drama se desató porque las hijas del presidente de España se presentaron a la recepción vestidas como les salió de los cojones, porque seguramente las dos pivas, están hasta las pelotas de tener que aparentar lo que no son, o porque simplemente no les dio la gana de cambiar nada de sus vidas para el evento... El caso es que las nenas quisieron darle el mismo trato al presidente de los Estados Unidos de América, que a usted o a mí, o al mísmisimo Torrebruno si levantase la cabeza ... Y ole sus huevos, ole su normalidad, porque ahí están, las dos plantadas ante el jefazo del mundo mundial tal y como son, sin camisitas ni canesús, sin piedras al cuello y sin fachada que tirar, más contentas que dos castañuelas posando para la foto como cualquier hijo de vecino, de la forma más sencilla que existe.

Por supuesto, como en este país somos los primeros en jodernos vivos unos a otros, no ha faltado tiempo para que las críticas les lluevan hasta la saciedad, y los entendidos del protocolo y cánones de belleza se hayan echado las manos a la cabeza y a grito pelado las hayan acusado casi de herejía... Y yo me pregunto... Qué pasa si las tías son góticas o van con pulseras? Y qué pasa si llevan botas? Qué pasa si no son la belleza personificada? eh? Qué pasa?... Pues lo que pasa es que somos tan sumamente gilipollas que en vez de defender la libertad, nos llenamos la boca de bilis aplastando al que intenta hacerse un hueco sin perder su identidad, lo que pasa es que somos unos putos hipócritas que nos jactamos de las pobres chiquillas porque cuatro estúpidos han levantado la liebre... Lo que pasa es que aquí, mal que nos pese, siempre hay voluntarios para despellejar vivo al vecino y luego bailar sobre su tumba con la lengua llena de razón.
Y mira tú, ya lo decía Plauto en su Asinaria... homo homini lupus .
Manda carallo.

Por cierto, a todos los que sean tan listos y entre líneas vean mi escrito como una cuestión política, aparte de un saludito estaré encantada de hacerles llegar un cordial corte de mangas.

7.9.09

ESPERANZA

Marina corría con los ojos llenos de lágrimas bajo las estrellas y la gente la vio escapar por las calles del pueblo. El señor Manolo se cruzó con su mirada y comprendió que algo no marchaba bien… y sin pensarlo la siguió. Doña Amalia que regaba sus plantas, notó como éstas perdían color cuando ella pasó como una exhalación por la valla de su jardín hasta perderse en la oscuridad… y sin pensarlo también la siguió. Lo mismo hizo la familia de Marcial, que cenaban en la terraza y comprobaron como el agua de las copas se transformaba en gélido hielo… "algo sucede, algo pasa!!" … les gritó otro vecino que se había unido al grupo de curiosos que la seguía… Algo no iba bien. Unos a otros se fueron llamando a las puertas por las que la Marina en su alocada carrera iba dejando atrás, y poco a poco aquel pueblo fue abandonando sus casas para juntarse tras la estela de dolor que salía del cuerpo de la joven. Los ágiles encabezaban la marcha… las abuelas con sus bastones la cerraban, y en los ojos de todos la preocupación asomaba destellos.

Marina notaba la presión en su pecho, la electricidad del desamparo recorriéndole las piernas y las lágrimas saladas muriendo en su boca… Corrió tras el viento frío que le azotaba las mejillas como si de un castigo se tratase, y que la guió por la oscuridad hasta la playa que rodeaba el pueblo. La arena luchó por detenerla en su huída haciéndole perder el equilibrio varias veces, pero la rabia del desconsuelo encuentra fuerzas donde no existen y Marina arañaba el suelo para levantarse y escapar ciega de tristeza, magullándose contra las piedras cada vez que se caía… cuando se dio cuenta el mar golpeaba sus rodillas, notó como la desesperación la llamaba aguas adentro y quiso desaparecer para siempre… Marina se rindió en el último momento, cuando el agua le besaba el cuello y su tristeza le impedía ser dueña de sus actos, sus pulmones se despidieron del aire y la luna le lloró mientras se hundía bajo aquel mar... notó mucho frío y se entregó a la fiereza de la muerte.

Cuando todo estaba ya perdido y jugado, de las profundidades de las bravas aguas surgió esa segunda oportunidad que todos debemos tener, una esperanza, un aliento… un brazo que la agarró por la cintura y en un fuerte impulso la devolvió a la vida. Ella ciega de ira en un primer momento luchó por soltarse, porque ya había tomado una decisión, porque no estaba segura de tener fuerzas para volver… pero aquellos dedos que la agarraban no estaban dispuestos a dejarla marchar, y clavándose en su piel como alfileres le recordaron que aún estaba viva… cuando su boca alcanzó la superficie el soplo de aire le devolvió el latir a su corazón… cansada de luchar contra aquella fuerza se dejó llevar hacia la orilla y al volverse hacia la arena que divisaba a lo lejos, sus ojos cansados le entregaron la imagen de su vida...

Vio a un pueblo erguido de lucha, vio la garra de la superación, vio esfuerzo y obstinación, vio ayuda… vio a su gente unida haciendo una cadena humana que comenzaba en un viejo roble en lo alto de la playa y acababa en aquel brazo fuerte de un joven pescador de la zona. Todos… niños, ancianos, señores y mujeres… sin excepción habían conseguido trenzar una cuerda con sus cuerpos para salvar a Marina, y juntos tiraban de ella para traerla a la playa, y no iban a parar hasta conseguirlo, porque esa noche no estaban dispuestos a perder.
Cuando Marina tocó la costa con las manos, sintió que se había equivocado. La vergüenza y frustración se apoderaron de ella y su mente no entendía como había sido capaz de entregarse al delirio… de rodillas en la orilla, con el agua rugiendo a sus espaldas tomó aliento y levantó la mirada con miedo para soportar la lluvia de reproches y la indignación de los presentes… pero lo que encontró fue otra cosa… Marina se vio rodeada de miradas de preocupación, manos amigas que se ofrecían a levantarla, toallas para secarla, ojos llenos de sosiego y mucha, mucha esperanza.

Y entonces no pudo más y gritó… gritó para liberarse, gritó fuerte y alto desgarrando la garganta, gritó para sacar el dolor de su cuerpo malherido, gritó para demostrarle a toda esa gente que aún podía, gritó para olvidar, para jurarse que nunca más se rendiría… Cuando su voz se quebró del esfuerzo y su aullido perdía fuerza, una anciana que se había acercado la cogió de la mano y como si de una prolongación de ella se tratase… continuó con su promesa. Aquella abuela alzó su voz ayudándole a terminar con aquel horror, gritó para demostrarle a Marina que le importaba, para enseñarle que si la necesitaba podía contar con ella... aunque solo fuese para gritar… Y Juan, un niño de grandes ojos verdes, entendió perfectamente la situación y unión su mano porque él también estaba allí para lo que necesitase … y Lola, se sintió identificada, y también gritó… y Don Tomás recordó que a él también lo ayudaron… y también gritó… y el que más y el que menos, sabedores de que todos habían necesitado en su momento aliento cuando las cosas se torcieron… también unieron su manos nuevamente hasta formar una sola voz de repulsa y valentía... de fuerza admirable.

Aquel pueblo unido gritó toda la noche hasta el amanecer para asegurarse de que Marina comprendiese que no se puede vivir en la distancia que genera el correr, que no se puede vivir sirviendo al miedo.